Con algo de antelación llegamos a las puertas de La Iguana y sorprendentemente había cola para entrar…hacía mucho que no veía cola para entrar en un concierto pero es que la ocasión lo merecía.

Con algo de retraso saltaban a escena los holandeses, con esa estética tan setentera que les caracteriza, ante un público impaciente que abarrotaba las primeras filas dificultando la labor de los fotógrafos, cosa que no suele pasar en La Iguana.

No había tenido ocasión de verlos anteriormente así que me encontré con unos jovencísimos músicos que nos consiguieron transportar a los 70, con ese blues rock clásico que da gusto escuchar,  con una gran calidad, una técnica propia de gente que lleva toda la vida tocando, una auténtica delicia para nuestros oídos.

Los hermanos Van Poel, perfectos, Luka a la batería y con esa voz tan particular y Pablo protagonista absoluto de la noche con ese virtuosismo a la guitarra y esa voz tan potente que no pegaba en absoluta con su cara de niño y como no, el gran Robin Piso haciendo su labor a la perfección con el Hammond y aportando ese rollo psicodélico también con su voz, consiguiendo que no echáramos de menos en absoluto la presencia de un bajo.